Somos Amigos de la Tierra - NOTICIAS

19 de octubre de 2007

MALA LECHE

Gran parte de la producción industrial de leche en Estados Unidos, México y otros países latinoamericanos utiliza una hormona transgénica de crecimiento bovino llamada rBGH, propiedad de Monsanto -que la denomina Somato-Tropina Bovina o BST (por sus siglas en inglés)-. Es una hormona que se le inyecta a las vacas y las hace producir hasta el doble de leche.

Esto tiene efectos muy negativos en la salud del ganado, pero además puede tener consecuencias fatales para quienes consumen esos lácteos. Esta hormona transgénica provoca que suba en la leche el nivel de otra hormona llamada en inglés IGF-1 (factor de crecimiento insulínico tipo 1). Estudios recientes muestran que los niveles anormalmente altos de esta segunda hormona se asocian con el surgimiento de cáncer de seno, próstata y colon.

Según el doctor Michael Hansen, asesor de la Unión de Consumidores de Estados Unidos, que analizó y compiló estos estudios (http://www.organicconsumers.org/rbgh0724_monsanto_rbgh.cfm), las vacas que reciben esta inyección tienen un aumento significativo en la frecuencia de 16 enfermedades, incluidas mastitis y problemas de gestación. Las vacas sufren muchísimo y, además, la leche contiene restos de antibióticos, pus y sangre, por las continuas enfermedades y tratamientos a que son sometidas. Esto genera una mayor resistencia a antibióticos en quienes consumen esa leche y sus derivados, lo cual ya desde antes era un grave problema de salud pública.

Pese a que el uso de esta hormona artificial está prohibido en Europa, Canadá, Japón, Nueva Zelanda y Australia, se aprobó su uso comercial en México, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Panamá, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y ocho países de otros continentes, basados en estudios que la propia Monsanto proporcionó a las agencias reguladoras estadounidenses.

La hormona transgénica de crecimiento bovino está en circulación en Estados Unidos desde 1993. Ya para esa época, su aprobación estuvo plagada de irregularidades y en varios documentos se señala la relación absurdamente estrecha de Monsanto con los funcionarios de la FDA (Administración de Fármacos y Alimentos estadounidense), que aprobaron la venta comercial de la hormona y de la leche de las vacas tratadas con ésta.

En los informes de la propia Monsanto a la FDA se registraba que las vacas sufrían más enfermedades y que en la leche de las vacas tratadas con la hormona bovina de crecimiento había un aumento 'significativo' (sic) de la hormona IGF-1. Pero en sus conclusiones, la empresa descarta que eso tenga algún impacto en la salud humana.

No es la única vez que Monsanto tiene este proceder: también lo ha hecho con otros estudios que indicaban toxicidad en variedades de papa y maíz transgénico en ratones de laboratorio. Pese a las evidencias de daño en sus propios experimentos, concluía: 'no son importantes', mientras la revisión ulterior por parte de científicos independientes mostró lo contrario.

Conforme se divulgan más informes que muestran los riesgos de la hormona rBGH, se expresa con más claridad el rechazo de los consumidores estadounidenses. Grandes cadenas de supermercados como Kroger, Safeway y la cadena de cafeterías Starbucks han prometido a sus clientes que no tendrán leche con hormonas artificiales.

Ningún producto transgénico es etiquetado en Estados Unidos, porque desde sus inicios, las empresas productoras de transgénicos lograron con presiones de todo tipo que no se use una etiqueta que diga 'contiene transgénicos' o cualquier formulación que lo indique, aunque sea verdad. Seguro desde entonces sabían que tenían mucho que ocultar.

Ahora, frente a las acciones de esos supermercados (motivadas por el rechazo de los consumidores), la respuesta de Monsanto es acosar a las autoridades para que tampoco se pueda etiquetar que la leche 'no contiene' esa hormona transgénica. Monsanto alega que etiquetar es una forma de 'engañar' a los consumidores, porque la leche con hormonas no tendría diferencias con las otras.

Como explica el doctor Michael Hansen, los consumidores entienden muy bien qué significa 'libre de hormonas de crecimiento bovino', o 'libre de hormonas artificiales BST' (STB en castellano), y reconocen el valor de productos cuya etiqueta indica 'sin colorantes artificiales' o 'sin saborizantes'. La decisión sobre si quieren o no una etiqueta informativa es de los consumidores, no de las empresas que lucran con estos aditivos y productos transgénicos. En todo el mundo, las encuestas a los consumidores sobre si prefieren o no etiquetado de transgénicos, hallaron de 80 a 98 por ciento a favor del etiquetado.

En México, existen dos marcas de leche orgánica, que declaran estar libres de hormonas STB, pero esta hormona se usa en 24 cuencas lecheras de ese país y las marcas que se abastecen allí no declaran su contenido en sus productos. Tampoco lo hacen en los otros países latinoamericanos, donde la población ignora totalmente que la leche que consume diariamente posiblemente contiene esta hormona.

Con los nuevos informes en circulación, los países que aprobaron esta hormona deberían prohibir urgentemente su uso, tal como ya hizo la mayoría de los países industrializados.

Por: Silvia Ribeiro (GRUPO ETC)
Fecha publicación: 17/10/2007

16 de octubre de 2007

Día Mundial de la Soberanía alimentaria: Entre el gaucho y el eucaliptos

Este martes 16 de octubre, Día Mundial de la Soberanía Alimentaria, el Monumento al Gaucho de la ciudad de Montevideo amanece simbólicamente rodeado de eucaliptos y pinos, de la misma forma que miles de pobladores del campo uruguayo amanecen todos los días, cada vez con mayores dificultades para producir alimentos para la población. Los monocultivos de eucaliptos, pinos y soja transgénica, dominados en su mayoría por grandes corporaciones transnacionales, perjudican nuestro medio ambiente, profundizan el proceso de latifundización y extranjerización de la tierra (con el consecuente despoblamiento del medio rural), ponen en tela de juicio nuestra soberanía y amenazan la producción de alimentos para el mercado interno.

(Montevideo, 16/10/07) "Yo no como eucaliptos, ¿y usted?", pregunta una de las consignas que este martes rodea el Monumento al Gaucho junto a los eucaliptos y pinos. "Ya es tiempo de soberanía alimentaria", agrega otra de ellas.

La soberanía alimentaria es uno de los principales reclamos de los movimientos campesinos alrededor del mundo, y se la entiende como el derecho que tienen los pueblos a definir estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos sanos, de forma de garantizar la independencia nacional en materia de alimentación. Esta concepción promueve una cultura basada en la pequeña y mediana producción, que respete las diversidades culturales y ambientales de cada país.

En Uruguay el proceso de vaciamiento de la campaña continúa y en los últimos 30 años desaparecieron más de 20.000 establecimientos rurales y 128.000 personas se vieron obligadas a abandonar el campo. Con una superficie de 18,7 millones de hectáreas y un poco más de tres millones de habitantes, apenas 190.000 personas habitan en el medio rural. Más del 80 por ciento de nuestra población vive en los principales centros urbanos.

En tanto, alrededor de un millón de hectáreas de tierra están plantadas con monocultivos de eucaliptos y pinos, que afectan nuestras fuentes de agua y el suelo, y –por lo menos– 450.000 de esas hectáreas son propiedad de tres corporaciones transnacionales: la finlandesa Botnia, la española ENCE y la estadounidense Weyerhaeuser. Botnia ya tiene una planta de celulosa construida en el país, al tiempo que la empresa sueco finlandesa Stora Enso y ENCE ya anunciaron la instalación de este tipo de fábricas en nuestro suelo, lo que también es intención de otras varias compañías de diversas nacionalidades.

Las grandes corporaciones transnacionales dominan proporciones cada vez más grandes de nuestro territorio: pasaron de tener el control de los insumos productivos a gozar del privilegio de ser directamente las propietarias de las tierras.

En contrapartida, nuestros pobladores rurales, ya sin tierra ni medio de vida, engrosan los cordones de pobreza de nuestras ciudades. Gran parte de las tierras que podrían estar sembradas con alimentos sanos tienen soja transgénica, eucaliptos y pinos, controlados por empresas extranjeras.

¿De qué manera esto influye en los precios de nuestros alimentos?, que han llegado a niveles extraordinariamente altos, cabe cuestionar a nuestros gobernantes. Al tiempo que el actual modelo forestal y productivo satisface el comercio internacional y el poder transnacional que lo domina, los tradicionales habitantes del campo tratan de subsistir en las ciudades y nuestra soberanía alimentaria agoniza.

15 de octubre de 2007

EL HIERRO TAMBIEN SE RECICLA

Descubrieron una proteína clave para la disponibilidad y el reciclaje en el organismo de un elemento necesario en la síntesis de la hemoglobina, el hierro. De acuerdo con los autores del estudio, el hallazgo podría abrir el camino para tratar enfermedades hereditarias de la sangre como la beta talasemia.

Científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) de los Estados Unidos identificaron una proteína denominada HR1, que resulta clave en el reciclaje del hierro de la sangre.

Los resultados del estudio, publicados en la revista científica Journal of Clinical Investigation, podrían conducir al diseño de futuras terapias para tratar enfermedades hereditarias de la sangre como la beta talasemia, una anemia que se caracteriza por una disminución en la producción de hemoglobina.

El reciclaje del hierro es vital para el organismo dado que es necesario para la síntesis de hemoglobina, un compuesto de los glóbulos rojos que se encarga de transportar oxígeno desde los pulmones a las células y de llevar dióxido de carbono desde las células a los pulmones.

El equipo de científicos del MIT encabezado por Jane-Jane Chen, investigadora de la división de Ciencias de la Salud y de la Tecnología, observó en un grupo de ratones que la falta de la proteína HR1 hacía que el proceso de reciclaje de hierro fallara.

De acuerdo con los expertos, esos ratones disponían de menos hierro para la fabricación de nuevos glóbulos rojos.

Como si de un efecto dominó se tratara, tanto Chen como sus colegas llegaron a la conclusión de que la falta de HR1 reduce los niveles de hepcidina, una proteína que de acuerdo con recientes investigaciones es un regulador imprescindible en el ciclo de hierro. Esta proteína libera el hierro de las reservas presentes en el cuerpo y permite que sean procesadas para la síntesis de hemoglobina.

Otra de las virtudes atribuida a la proteína HR1 por los investigadores consiste en su capacidad de estimular a los macrófagos, células del sistema inmunológico que al “comer y digerir” los glóbulos rojos envejecidos liberan el hierro que vuelve a ser utilizado en la formación de hemoglobina para nuevos glóbulos rojos.

La ausencia de HR1 genera una falta de “apetito” en los macrófagos y mientras menos glóbulos rojos –que ya han cumplido su función- sean engullidos, menos hierro podrá ser reciclado, según informa un comunicado del MIT. Finalmente, la excreción de esos glóbulos rojos a través de los riñones se traduce en una pérdida de hierro para el organismo.

La comprensión del papel del HR1 podría abrir el camino para el diseño de compuestos que refuercen el proceso de reciclaje del hierro.

“Quizás algún día encontremos un compuesto que pueda ayudar a los pacientes con beta talasemia u otras enfermedades donde el HR1 juega un rol clave”, concluye Chen.

Por: AGENCIA CYTA-INSTITUTO LELOIR

Fuente: Argenpress

8 de octubre de 2007

PETROLEO EN TU COMIDA

La energía no se crea ni se destruye sólo se transforma. Este es el
sencillo enunciado propuesto por Antoine Lavoisier hace más de
doscientos años que aún rige buena parte de nuestro entendimiento
sobre la energía. Las derivaciones de un enunciado tan sencillo
aplicadas a la política energética pueden ofrecer pistas interesantes
para el análisis de uno de los temas más debatidos en el mundo de hoy.

Introducción (necesaria pero prescindible)

La energía no se crea ni se destruye sólo se transforma. Pero al
transformarse, se degrada. Es decir, cada vez que la utilizamos de
alguna forma, aprovechamos parte de ella (transformándola en energía
"útil"), y desaprovechamos completamente el resto, sin posibilidad de
recuperación (salvo contadísimas excepciones tecnológicas). En
términos muy sencillos y generales, esta es la base del conocimiento
científico del que disponemos sobre cómo funciona la energía.

Por ejemplo, la energía contenida en la nafta, una vez ésta es quemada
en el carburador, se transforma parcialmente en el movimiento que se
transmite a las ruedas, pero la mayor parte se convierte en calor.
Tanta se transforma en calor que tenemos que idear complejos sistemas
de refrigeración para mantener el motor a una temperatura que no funda
los metales. Toda esa energía en forma de calor la "perdemos" de
manera irrecuperable.

El conjunto de la energía disponible en el planeta proviene del sol, a
excepción de unas pocas como la nuclear (restos de una estrella
explotada hace millones de años), la geotermia (que proviene del calor
del centro de la Tierra) y la de las mareas (que proviene las fuerzas
gravitacionales). Cuando utilizamos la energía proveniente del sol o
sus derivadas (viento, hidráulica, fósiles, biomasa, etc.) debemos
tener presente que aprovechamos solo una parte menor de ella, que la
mayoría la "perderemos" sin poder usarla y toda ella (utilizada o no)
se convertirá en energía degradada.

De esto podemos sacar algunas conclusiones. La primera es que, si la
energía no se crea ni se destruye, la cantidad de energía en el
planeta sería constante. Si cuando la usamos se degrada, entonces la
cantidad de energía útil disponible debería ser cada día menor. Pero
afortunadamente como dijimos antes, la Tierra cuenta con una fuente de
energía "externa" que entrega mucha energía cada día: el sol, la única
y auténtica fuente "renovable" con la que contamos.

Apropiación de la energía

Durante decenas de miles de años, la humanidad se ha apropiado de
parte de la energía que nos llegaba del sol a través de los vegetales.
Las plantas captaban parte de esa energía y los seres humanos la
tomaban ya sea para su propio alimento o para transformarla en fuego y
utilizarla con diversos usos. Este proceso requería de un tiempo (las
plantas tienen que crecer) y de un espacio (donde ellas se instalan).
La cantidad de energía disponible en el planeta estaba limitada (a
diferencia de la amistad del Principito) por el espacio y el tiempo.

Pero hace unos pocos días –en términos geológicos- el ser humano
descubrió el carbón y comenzó a quemarlo con el objetivo de apropiarse
de su energía. Más tarde conoció el petróleo y el gas y les dio
similar trámite. Esto generó la ilusión de que la energía ya no
dependía del espacio y el tiempo.

Sin embargo estos combustibles fósiles son energía solar acumulada en
las plantas y animales de los tiempos prehistóricos, que los humanos
anteriores a nosotros nos dejaron como legado, excedente de una
civilización menos "desarrollada" y menos numerosa.

Cada vez que encendemos un motor y nos trasladamos unos kilómetros,
estamos transformando cientos de años del trabajo de vegetales
antiguos en una nube de calor y gases que –como subproducto– nos mueve
de casa al trabajo.

El sol como biocombustible

Si quisiéramos evitar la quema de los combustibles antiguos y movernos
solamente con la única energía "nueva" que nos llega al planeta –la
solar– deberíamos procesar parte de la vegetación que crece en el
planeta a fuerza de energía solar cada día. Esto es lo que se trata de
hacer con los agro-combustibles: capturar la energía solar contenida
en los vegetales y darle una forma líquida que pueda ser metida en un
tanque. El problema es que la cantidad de biomasa que existe en este
mundo y la velocidad a la que la naturaleza la desarrolla, no alcanza
a transformar toda la energía que precisamos para sustituir los
combustibles. Este es particularmente el gran dilema de los agro-
combustibles.

El petróleo se formó hace aproximadamente unos 400 millones de años y
le llevó unos cuantos siglos de captación solar y deposición en el
subsuelo terrestre. Si quisiéramos hacer de esto una matriz
"sustentable" deberíamos gastar tanto petróleo como la naturaleza
puede procesar cada año. Sin embargo, la tasa de consumo de derivados
del petróleo es 300.000 veces mayor que la tasa de deposición
geológica (y esto considerando el período de mayor formación del
crudo). Si quisiéramos sustituir todos los combustibles que hoy
consumimos con biocombustibles de origen vegetal, deberíamos acelerar
en un millón de veces el tiempo que demanda la captación solar de la
biomasa para lograr la misma cantidad de energía. Es decir, lograr que
las plantas sinteticen energía solar un millón de veces más rápido de
lo que lo hacen ahora.

Para aumentar la "productividad" de los sistemas agrícolas puede
aumentarse la cantidad fertilizantes y maquinaria. El problema es que
esto requiere de más energía. Más aún: según varios estudios algunos
agrocombustibles (como el maíz) apenas si logran entregar la misma
cantidad de combustible que consumen. Es como si tuviéramos una
fábrica de nafta que para elaborar un litro, requiere de un litro de
nafta.

Hasta aquí, las sencillas razones por las cuales la idea de sustituir
el consumo de combustibles con combustibles agrícolas es una idea
peregrina.

Todo puede ser peor

Sin embargo la falta de combustibles podría no ser lo peor de esta
máquina energo-voraz que ha creado el ser humano en esta etapa
denominada civilización moderna. Durante aquellos viejos años en que
los humanos nos apropiamos de la energía de las plantas, toda la
energía que consumíamos provenía del sol transformada en alimento. A
medida que la población aumentaba, los estados expandían (o procuraban
expandir) sus dominios territoriales para apropiarse de mayor cantidad
de suelo cultivable. Pero a partir de cierto momento ya no hubo más
tierras cultivables de las que apropiarse. Entonces, en los últimos
minutos de nuestra historia vivida –en términos geológicos- los
hombres y mujeres que este rincón cósmico habitamos hemos desarrollado
la llamada "revolución verde". Gracias a ella la producción agrícola
se multiplicó varias veces. Hasta ahora, buena parte de las personas
vinculadas a la agropecuaria se vanaglorian y congratulan de ello.

Pero esto se logró sin aumentar la cantidad de tierra disponible en la
Tierra y sin aumentar la cantidad de energía solar, las dos
condiciones imprescindibles para aumentar la capacidad energética de
la biomasa. ¿Cómo fue entonces? De la única manera que las leyes de la
física lo permiten: se incorporó mayor cantidad de energía. A partir
de entonces, cada vegetal (o derivado) que ingerimos, no sólo contiene
energía solar captada por la vía de la fotosíntesis, también contiene
energía proveniente del petróleo y del gas natural convertido en
fertilizantes y pesticidas químicos, sin contar con toda la energía
que es necesaria para mover y construir toda la maquinaria agrícola
que hoy se utiliza en la agricultura moderna. Es decir, el aumento de
la productividad, se logró echando mano al legado antiguo, las plantas
y animales prehistóricos que transformados en petróleo y gas fueron a
su vez convertidos en agroquímicos y combustibles para construir y
mover la maquinaria aplicada a la agricultura.

En 1994 en los EEUU, se gastaban cada año 1.500 litros de combustibles
para alimentar a cada estadounidense. El consumo de energía agrícola
se descomponía de la siguiente manera:
31% para la fabricación de fertilizantes inorgánicos.
19% para el funcionamiento de la maquinaria agrícola.
16% para el transporte.
13% para regadíos.
8% para aumentar la ganadería (no se incluye la alimentación del ganado).
5% para el secado de cultivos.
5% para la producción de pesticidas.
8% gastos diversos
No se incluyen en estos datos los costos del embalaje, la
refrigeración, el transporte hacia los puntos de venta al por menor y
el uso de la cocina doméstica

Almorzando crudo

Antes la energía contenida en los alimentos y de la que nos
alimentábamos venía del sol, única fuente externa que podíamos
transformar sin miedo a perderla porque al otro día estaría otra vez
allí. Ahora la energía contenida en los alimentos viene en una muy
buena medida de una fuente en vías de extinción, no renovable, y que
cuando transformamos no podemos recuperar. ¿Qué vamos a hacer cuando
se termine el petróleo? No podremos mover los tractores con
biocombustibles porque estos a su vez requieren de otros tractores,
pesticidas y fertilizantes que necesitan petróleo.

Varios autores y analistas están culpando a los biocombustibles por el
aumento de los alimentos. Quizá los precios de los productos agrícolas
estén subiendo por un problema energético pero no necesariamente a
causa de la competencia por los granos y la tierra. Quizá la economía
(que funciona como un reloj ante los bienes escasos) esté comenzando a
internalizar unos costos antiguos que hasta ahora no había
incorporado. Me refiero al trabajo que la naturaleza ha hecho durante
millones de años para nosotros (¿para nosotros?) y que hasta ahora
nadie pagaba. El precio del petróleo incluye los costos de operación y
la ganancia de las empresas, pero al crudo en sí, a su valor
intrínseco, nadie le ha asignado un precio. Al menos mientras
supusimos que era abundante.

Hoy los precios de los agrocombustibles no son "competitivos" con los
combustibles tradicionales. A la luz de lo que venimos analizando la
razón parece evidente: los primeros tienen que pagar el trabajo de
transformar la energía solar en combustible líquido y dar cuenta de
toda la energía que se precisa para hacer eso. En cambio, para los
hidrocarburos aquellos son costos "hundidos" (literalmente) .

Llegó la hora de comenzar a pagar el trabajo que la naturaleza ha
hecho y del cual nos apropiamos (y malgastamos) gratis. La pregunta
es: ¿a cuánto ascenderá el precio de los alimentos cuando se nos pase
la factura con todos los costos que la "revolución verde" no ha
incorporado?

El precio de los alimentos

Los precios de los productos agrícolas continúan subiendo y en Europa
adjudican este aumento a la demanda de cereales para la fabricación de
biocombustibles. Según el periodista de economía Manuel Estapé "los
cada día más caros precios de los derivados del petróleo hacían
simpática y verde la política de subvenciones a los biocombustibles en
la que coincidían desde George W. Bush hasta el ex sindicalista Lula.
Hoy las cifras muestran que se ha creado un problema serio, con
revalorizaciones de los precios de algunos cereales del 60% al 80%
este agosto respecto a un año atrás que inevitablemente van a ir
trasladándose a los consumidores en los próximos meses, con su
consiguiente impacto sobre la inflación. De hecho, el fenómeno ya está
en marcha en los últimos meses: éste será el tercer ejercicio en el
que la demanda mundial de cereales supera la oferta."

En otro artículo del mismo periódico La Vanguardia, Lorena Farrás da
cuenta del aumento de los productos lácteos. "Para el próximo inicio
de curso los consumidores pagarán más cara la leche y el conjunto de
todos los productos lácteos. Algunas marcas como Clas (Central Lechera
Asturiana), Leche Pascual o Puleva ya han subido precios, pero la
mayoría de industrias lácteas retrasa el ajuste de precios hasta
después del verano. En el mercado mundial, los aumentos de los precios
son notables. Desde hace un año, la cotización de la tonelada de leche
en polvo ha subido un 80% y el de la mantequilla industrial un 50%,
con lo que alcanzan niveles récord. para poder llegar a final de mes.
Los productores deben hacer frente, además, a la subida de los precios
de los cereales, fruto de la explosión de la demanda de
biocombustibles. Así, desde el año pasado, el maíz se ha encarecido
cerca de un 60% y el trigo y la cebada hasta un 50%"

Carmen Llorente, de El Mundo de España, también recorre la suba de la
mayoría de los productos de origen agropecuario: leche, trigo, maíz, y
consecuentemente lácteos, panificados y los productos de animales que
se alimentan de ellos: carne vacuna, pollo, huevos, etc. "Pero el
grueso de las subidas está por llegar -dice. Según la Asociación de
Fabricantes de Harinas y Sémolas de España, las cotizaciones en origen
del trigo panificable en Burgos -principal zona productora española-
se han incrementado un 46% en el último año. En el caso de Francia,
primer productor europeo y principal fuente de nuestras importaciones,
la cotización del trigo ha subido más del 66%; el maíz se ha
revalorizado un 32%; y la cebada, un 44%... las miradas acusadoras se
dirigen principalmente a los biocombustibles –la producción de energía
a partir de la combustión de cereales, caña de azúcar o girasol–, que
están desviando una parte importante de las cosechas a la generación
energética. Se estima que este año EEUU utilizará 85 millones de
toneladas de maíz para la producción de bioetanol –el 30% de la
cosecha prevista–."

Por su parte el director general de la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Jacques Diouf,
dijo al Financial Times que "los elevados precios internacionales de
rubros agrícolas como el maíz y el trigo a causa de factores tales
como la demanda de la industria de etanol, que emplea al maíz para
producir gasolina de automóviles, están afectando negativamente las
necesidades de consumo de países en vías de desarrollo y, por ende,
los niveles de pobreza" según la agencia AMN

Dijo además que los bicombustibles no sólo aumentaron la demanda de
granos como el maíz o trigo, sino que también ha tenido influencia en
el aumento de los costos de otros productos alimenticios, ya que se
dedican menos hectáreas a su cultivo y como consecuencia disminuye su
oferta en el mercado. Agregó un factor más de preocupación al afirmar
que en caso particular del maíz, este representa el 65% del consumo en
países en vías de desarrollo, mientras que en los desarrollados apenas
ocupa entre 10 y 20%.

Gerardo Honty
Publicado en el Suplemento Energía de LaDiaria (28/09/07)

Montevideo-Uruguay

5 de octubre de 2007

Para los de más de 40 (Eduardo Galeano)

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo
tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente
sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una
función o achicarlo un poco.

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de
los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a
otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los
preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y
ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron
sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la
borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron
inescrupulosamente a los desechables!

Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó
tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy
desechables! Y así anduvimos por las calles guardando
los mocos en el bolsillo y las grasas en los
repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las
arreglaban como podían con algodones para enfrentar
mes a mes su fertilidad.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es
que en algún momento me distraje, me caí del mundo
y ahora no sé por donde se entra. Lo más probable
es que lo de ahora está bien, eso no lo discuto.
Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de
música una vez por año, el celular cada tres meses
o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables!
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una
sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las
bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los
cubiertos de plástico conviven con los de acero
inoxidable en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en que las cosas se
compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban
para la vida de los que venían después! La gente
heredaba relojes de pared, juegos de copas,
fiambreras de tejido y hasta palanganas y scupideras
de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo
matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que
había en todo el barrio en mi infancia y hemos
cambiado de heladera tres veces.

¡Nos están fastidiando!¡¡ Yo los descubrí. Lo hacen
adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se
quiebra o se consume al poco tiempo para que
tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto
es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las medias
suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún
colchonero escardando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El
afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los
hojalateros o asientos de aviones para los
talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto
producimos más y más basura. El otro día leí que se
produjo más basura en los últimos 40 años que en
toda la historia de la humanidad. El que tenga menos
de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño
por mi casa no pasaba el basurero!!¡¡Lo juro!! ¡Y
tengo menos de.......... . años! Todos los desechos
eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los
patos o a los conejos (y no estoy hablando del
siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon.
La goma solo la veíamos en las ruedas de los autos
y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los
animales, servían de abono o se quemaban.

De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor.
Es que no es fácil para un pobre tipo al que
educaron en el "guarde y guarde que alguna vez
puede servir para algo" pasarse al "compre y tire
que ya se viene el modelo nuevo".
Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y
los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular
una vez por semana, sino que además cambian el
número, la dirección electrónica y hasta la
dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con
el mismo número, la misma mujer, la misma casa y
el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para
cambiarlo)
Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que
servía y lo que no. Porque algún día las cosas
podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos
explicaron que cosas nos podían servir y que cosas
no.

Y en el afán de guardar(porque éramos de hacer caso)
guardamos hasta el ombligo de nuestro primer
hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín
de infantes y no sé como no guardamos la primera
caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que
se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente
no se valoran y se vuelven desechables con la misma
facilidad con que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El
primer cajón era para los manteles y los repasadores,
el segundo para los cubiertos y el tercero y el
cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.
Y guardábamos. ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo
guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de los
refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia
calzados para poner delante de la puerta para
quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una
piola se convertían en cortinas para los bares. Al
terminar las clases le sacábamos el corcho, las
martillábamos y las clavábamos en una tablita para
hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año
de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!
Las cosas que usábamos: mantillas de faroles,
ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas
que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus
camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se
iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.
Partes de lapiceras que algún día podíamos volver
a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta,
tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la
lapicera, lapiceras sin el capuchón.

Encendedores sin gas o encendedores que perdían el
resorte. Resortes que perdían a su encendedor.
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para
inventar encendedores que se tiraban al terminar
su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores
descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la
mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo
escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas
de las latas de sardinas o del corned beef, por
las dudas que alguna lata viniera sin su llave.
¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica
pasaban del congelador al techo de la casa. Porque
no sabíamos bien si había que darles calor o frío
para que vivieran un poco más. No nos resignábamos
a que se terminara su vida útil, no podíamos creer
que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer
plantillas para las botas de goma, para poner en
el piso los días de lluvia y por sobre todas las
cosas para envolver!!. ¡Las veces que nos
enterábamos de algún resultado leyendo el diario
pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel
plateado de los chocolates y de los cigarros para
hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del
almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de
los remedios por si algún medicamento no traía el
cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos
prender una hornalla de la Volcán desde la otra que
estaba prendida y las cajas de zapatos que se
convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y
las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones
y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones
con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con
que intención, y los mazos de naipes se reutilizaban
aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en
una sota de espada que decía "este es un 4 de
bastos". Los cajones guardaban pedazos izquierdos
de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al
tiempo albergaban sólo pedazos derechos que
esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar
la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las
nuevas generaciones deciden "matarlos" apenas
aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran
de no declarar muerto a nada.
Ni a Walt Disney.

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa
se convertía en base y nos dijeron: "Cómase el
helado y después tire la copita", nosotros dijimos
que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las
pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.

Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron
macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas
de plástico se transformaron en adornos de dudosa
belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos
de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros,
las primeras latas de cerveza en portalápices y
los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los
valores que se desechan y los que preservábamos.
A¡ No lo voy a hacer!

Me muero por decir que hoy no sólo los
electrodomésticos son desechables; que también el
matrimonio y hasta la amistad es descartable.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.

Me muerdo para no hablar de la identidad que se va
perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando,del pasado
efímero.
No lo voy a hacer.

No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a
lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo
hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos
se les declara la muerte apenas empiezan a
fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian
por modelos más nuevos, que a las personas que les
falta alguna función se les discrimina o que valoran
más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y
de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las
cosas, tendría que plantearme seriamente entregar
a la bruja como parte de pago de una señora con
menos kilómetros y alguna función nueva.

Pero yo soy lento para transitar este mundo de la
reposición y corro el riesgo de que la bruja me
gane de mano y sea yo el entregado.
Hasta aquí
Eduardo Galeano

1 de octubre de 2007

Brasil- CERCA DE 235 MIL NIÑOS TRABAJAN EN LA VÍA PÚBLICA

La Síntesis de los Indicadores Sociales (SIS) de Brasil en 2007 fue divulgada en la mañana de hoy (28) por el Instituto Brasilero de Geografía y Estadística (IBGE) y muestra que en los últimos diez años (1996-2006) los datos cuantitativos de asistencia y defasaje escolar de niños y jóvenes en el país crecieron y mejoraron, respectivamente, de modo significativo.

Cerca del 25,7% de los alumnos de la enseñanza primaria estaban desfasados en la correlación edad/serie en 2006, en un universo de 32,5 millones de estudiantes. En 1996, esa tasa era del 43,9%. Pero el defasaje escolar reducido se debe en gran parte a la adopción de la progresión continuada (aprobación automática), lo que puede estar produciendo un problema, ya que muchas veces los estudiantes pasan de año sin haber realmente aprendido los contenidos. La aprobación continuada es implementada en más del 10% de los establecimientos de enseñanza en Brasil.

En relación con la asistencia a la escuela, en la faja de 4 a 6 años, aumentó en más del 40% en diez años. Entre niños y adolescentes, en la faja etaria de 7 a 14 años, la asistencia escolar era del 97,6% el año pasado, no habiendo diferencias significativas de género o de color. El rendimiento de las familias tiene gran influencia en el acceso y permanencia de los niños y jóvenes en la escuela.

El trabajo infantil, un fuerte estorbo para que los niños permanezcan en la escuela, también tuvo una reducción. En la faja de 10 a 15 años, cayó de 3,6 millones a 2,5 millones. Pero 235 mil niños de 10 a 17 dijeron a los entrevistadores de la encuesta que trabajan en la vía pública.

"El trabajo ilegal de niños se mantiene predominantemente agrícola y concentrado en el Nordeste. Entre los 2,7 millones de trabajadores entre 5 y 15 años, 1,4 millones estaban en la actividad agrícola y aproximadamente 776 mil estaban ocupados en la agricultura en estados nordestinos", relata el estudio.

En relación con las tasas de analfabetismo la diferencia entre grupos étnicos, sin embargo, es destacable: en números absolutos, en 2006, de alrededor de 14,4 millones de analfabetos brasileros, más de 10 millones eran negros y pardos.

En 2006, la tasa de analfabetismo funcional también era mucho menor para blancos (16,4%) que para negros (27,5%) y pardos (28,6%). El analfabetismo está concentrado en las capas más pobres, en las áreas rurales, especialmente del Nordeste, pero el SIS resalta que, entre 1996 y 2006, el porcentaje de jóvenes de 15 a 24 años analfabetos se redujo bastante, llegando al 5,8%.

La media de años de estudio de la población mayor de 15 años, los blancos tienen una ventaja de dos años en relación con los negros y pardos. La distribución por color o raza de los que asisten a la escuela con edad entre 18 y 24 años mostraba también significativas diferencias ya que el 56% de los blancos en esa faja eran estudiantes de nivel superior o terciario, mientras que entre los negros y pardos, el porcentaje era del 22%.

Las desigualdades sociales brasileras teniendo en cuenta la raza y el color también se explicitan en lo que se refiere a la participación económica. En el 10% de los más pobres del país, 26,1% son blancos y más del 73% son negros y pardos. En el 1% de la población más rica, el 86% son blancos y el 12% son negros y pardos. Según el estudio, esas diferencias se verifican en todas las grandes regiones.

Para el relevamiento del IBGE, la mejora de las condiciones de la vivienda de los brasileros, con un aumento relativo del número de domicilios con saneamiento básico, está contribuyendo para reducir las muertes infantiles. Alagoas, el estado con peor índice, tiene 51,9 muertes por cada mil niños nacidos vivos.
Fuente: Adital