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9 de enero de 2007

AGUA DE TODOS

En muchas regiones del mundo se pierde el 30 a 40% del agua potable, debido a fugas y perforaciones ilegales que sufre el sistema.

Hace casi 35 años, las Naciones Unidas emitieron una declaración (Conferencia sobre el Medio Humano) en Estocolmo, que incluyó el principio de preservar el agua.
Veinte años después, en Río de Janeiro, los países aprobaron la Agenda 21 -un extenso documento de buenas sugerencias para que las sociedades aplicaran modelos de desarrollo sostenible. El capítulo 18 se centra en la protección de la calidad y el suministro del agua dulce, aplicando criterios integrados para el aprovechamiento, ordenación y uso de los recursos de agua dulce.

En 2000, la ONU produjo otro documento importante que contiene las llamadas "Metas del Milenio" dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), o sea, un conjunto de objetivos a alcanzar en el 2015, con el fin de reducir a la mitad los grandes problemas de la humanidad. La meta N° 10 propone reducir a la mitad el porcentaje de personas que carecen de acceso a agua sana, segura y saludable.

El 22 de marzo de 2005 dio comienzo el Decenio Internacional para la Acción "El agua, fuente de vida", liderado por la Unesco. La intención es animar e instar a todos los países a alcanzar la meta N° 10 (ODM). Se sabe que no alcanza con la firma de un documento.
Se debe trabajar duro y con mucha tenacidad, para que los gobiernos y las sociedades introduzcan cambios sustantivos en sus modelos de desarrollo y sus gestiones de los recursos naturales, de tal modo que se potencia la equidad y se jerarquice la conservación.
Como señala con acierto Unesco, la crisis del agua es, esencialmente, una crisis de gobernabilidad. Entendiendo por gobernabilidad del agua, los sistemas políticos, sociales, económicos y administrativos que están en funcionamiento, y que afectan, directa e indirectamente, la utilización, el desarrollo y la gestión de los recursos hídricos, así como la distribución de los servicios de abastecimiento de agua a la sociedad.

Por lo tanto estamos enfrentando una serie de desafíos sociales, económicos y políticos sobre cómo gobernar el agua de manera más eficaz y justa.
Sus atributos básicos deben ser: 1) Participación. Todos los ciudadanos deben participar en los procesos políticos y de toma de decisiones. 2) Transparencia. La información debe circular libremente en la sociedad. 3) Equidad. Todos los grupos sociales deben tener acceso al servicio. 4) Responsabilidad. De todos los actores (gobiernos, sector privado, sociedad civil). 5) Coherencia. Entre los objetivos, la gestión y los resultados. 6) Sensibilidad. Las instituciones deben tomar en cuenta las asimetrías sociales, en particular con las tarifas para los hogares pobres. 7) Integrador. La gobernabilidad del agua debe promover los enfoques holísticos. 8) Factores éticos. La gobernabilidad del agua debe basarse en los principios éticos de las sociedades en las que funcionan.

Ya se visualizan cambios. A la consideración tradicional de tres grandes usuarios del agua (industria, agricultura y hogares), se le agrega un cuarto: el ambiente.
Aunque parezca mentira hemos ignorado la importancia de los sistemas hídricos en el buen funcionamiento de los ecosistemas, dejando de percibir todo lo que aportan en servicios ambientales vitales -fertilidad de la tierra, evitando inundaciones, moderando el clima, asegurando alimentos, etc.
Si hacemos las cosas bien, en el Decenio del Agua deberá operarse un cambio radical en la humanidad.
Hernán Soruet (El País)
Uruguay